18 may 2011

El Cielo Raso - Álvaro Pombo

El triunvirato protagonista de El Cielo Raso lo componen Gabriel Arintero y sus primos Leopoldo y Carolina de la Cuesta, cuyo apellido en forma de sintagma nominal nos da una pista clara sobre su estatus social y desahogada posición económica. El primero descubre su homosexualidad ya en su infancia, en la represora España católica de los 1960s. Su postura combativa frente a la discriminación que sufre por su orientación sexual le hace emigrar a Londres tras un encontronazo con la Brigada Político-Social en Madrid, donde vivía y trabajaba tras haber finalizado sus estudios. Fue en su época universitaria en Madrid cuando se forjó su amistad con Leopoldo y Carolina, bueno, más bien con la segunda, que además se enamoró de él, porque el primero permaneció bastante distante de la parejita en aquellos días. Tras pasar unos años insustanciales e inútiles en Inglaterra, decide de repente irse a El Salvador, donde entra en contacto con la Teología de la Liberación y donde conocerá a Osvaldo, su gran amor. Tras ser obligado a marchase del país, vuelve a Madrid a finales de los 1980s, para reencontrarse con sus primos, Carolina que es catedrática de Historia de las Religiones, y Leopoldo, a cargo de los negocios familiares.

La vida de los tres protagonistas se desarrolla en manifiesta soledad, a pesar de que se reunen con cierta frecuencia para mantener el contacto. Estos encuentros para tomar el té y charlar siempre dejan mal sabor de boca, debido sobre todo al carácter agrio y manipulador de Leopoldo. La sensación de aislamiento emocional y social es bastante opresiva, no desapareciendo en ningún instante. Leopoldo y Carolina viven en sendos pisos de lujo de los que parecen no salir nunca. Arintero trabaja en una casa de acogida para reclusos en régimen abierto que abandona unicamente para visitar a sus parientes. Hay una serie de personajes secundarios que no hacen sino aumentar la sensación de confinamiento: Siloé y Virgilio, la pareja de dominicanos formada por la cocinera y el empleado de hogar de Leopoldo, cuya vida se reduce a su trabajo y a sus habitaciones privadas; Esteban, el ahijado de Leopoldo con quien mantiene muy mala relación desde hace un par de años; y por último Salva, un delincuente que vive en el piso de acogida de Arintero que por casualidad termina siendo chófer de Leopoldo, parece haber cambiado la celda por el garaje.

Con este panorama tan enfocado en los personajes no sorprenderá a nadie que el desarrollo del libro sea reflexivo y analítico a más no poder. El narrador, que por su importancia en la novela puede considerarse un cuarto protagonista, se encarga de exponer y examinar exhaustivamente los dolorosos sentimientos que les provocan sus relaciones: rencor, decepción, amargura, frustración y pena enfrentados a algo de cariño servido con cuentagotas. Dada la formación académica de Pombo, resulta inevitable identificarle en este papel debido a los abundantes matices filosóficos y al nivel de introspección psicológica del texto.

A pesar de que soy un fan declarado de las historias sobre personas que no encajan en el modelo establecido de normalidad, resulta difícil identificarse mínimamente con cualquiera de las que aquí aparecen. Sin ser pesada, la redacción resulta densa y agobiante por momentos. Con un desenlace algo abrupto y un giro bastante inesperado al final, reconozco que tiene partes interesantes, pero en global no me ha convencido.

En The House of Blogs tienen una reseña breve pero muy acertada de El Cielo Raso.

1 comentarios:

D. C. López dijo...

Hola!, conocí tu blog gracias a Francisco Guillermo y déjame decirte k me gusta muxo... incluso kise hacerme seguidora pero no veo esa opción en este blog... en fin... pos ya aprovecho y t invito a conocer a uno de mis tantos blogs:

http://elclubdelasescritoras.blogspot.com/

Espero k t guste, saludos!!!

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