Stefan Zweig vuelve a hacerlo. Coge a una mujer, a una viuda de principios del S. XX de poco más de cuarenta años, de familia acomodada y vida discreta, y la somete a tal vapuleo emocional que lo estará recordando el resto de su vida. Literalmente. Y toda la experiencia dura poco más de veinticuatro horas.
El autor austriaco se encarga de derrumbar, uno por uno, los esquemas decimonónicos de la pobre Mrs. C. cuando la enfrenta a un atractivo joven ludópata de veintipocos años durante una estancia en Montecarlo. Con esa prosa tan precisa y cuidada, tan elegante, tan de emplear las palabras justas y ni una más de la necesaria, va poniendo en los labios de la distinguida dama británica protagonista el amor e ilusión que ella ya daba por perdidos, también briznas de pasión y locura cuya existencia nunca habría sospechado. Se siente viva, fuerte de nuevo, invencible, capaz de dejar tras de sí su pasado y de comenzar desde cero con ese desconocido que ha vuelto su vida patas arriba... Pero Zweig no es muy de finales felices. Ahora sabemos que la adicción al juego es una patología en toda regla. Mrs. C., pobre, pensaba que con amor, entrega y una nueva oportunidad lograría cambiar a nuestro joven y hermoso amigo. Sin embargo, en contra de todo lo esperado, va a conocer el lado más oscuro de la esencia humana por las malas.
En fin, otra novela corta/cuento largo de excelente factura a cargo de Herr Zweig. Se lee en un pispas y a pesar de la amargura que destila la historia, deja un regusto muy agradable, a buena literatura. Más reseñas en Deletreados -con un extenso análisis-, Condón umbilical y El placer de la lectura.
30 may 2014
26 may 2014
El Día de la Creación - James G. Ballard
El Doctor Mallory es un médico rural de la OMS destinado en Port-la-Nouvelle, una ciudad al norte de un país centroafricano cuyo nombre no se llega a mencionar. Sometida a constantes asaltos de una guerrilla comunista, la que en otro tiempo fuera un próspero enclave al lado del lago Kotto, hoy desecado, se encuentra prácticamente deshabitada y tan solo unos pocos europeos resisten aún entre sus límites. Durante las obras de ampliación de una pista provisional de aterrizaje, un soldado a cargo de Mallory arranca un tocón y sus raíces con una excavadora, lo cual libera la presión de una napa de agua que de pronto encuentra vía libre por la superfice. Poco a poco el equilibrio de las capas freáticas se rompe y aparece un río que vendrá a proporcionar a esa zona al sur del Sáhara la probabilidad de escapar a la nefasta influencia del desierto. Cada actor de este drama intentará sacar el máximo provecho de la situación: el general Harare y su guerrilla hará que sus simpatizantes usen las aguas para cultivar la tierra; el capitán Kagwa de la gendarmería nacional oculta el secreto del río a sus superiores porque planea gobernar y secesionar la que ahora va a ser una próspera provincia. Sin embargo el doctor Mallory, quien había sido reclutado como ingeniero aficionado pero malogró el intento de inundar el lago Kotto mediante pozos artesianos, se siente creador y dueño del río (tanto es así que la recién aparecida corriente recibirá su mismo nombre). Avergonzado y frustrado al ver como el Mallory pone de manifiesto su fracaso, en un arrebato demente decidirá remontar su curso para encontrar su fuente y acabar con él. Dicha obsesión le llevará al límite de la cordura, dejando tras de sí un rastro de desolación y de cadáveres.
Bajo mi punto de vista hay dos maneras de enfrentarse a una novela de James G. Ballard. A la primera la denominaré la forma objetiva. Ya aviso que por aquí no vamos a llegar a ningún lado y probablemente terminemos cogiéndole ojeriza al autor británico. La segunda consiste en abordarla desde una visión subjetiva. Esta es, creo yo, la única forma posible no ya de terminar sus libros, sino además de disfrutarlos. Mientras leía El Día de la Creación he tenido que plantearme este doble enfoque porque los capítulos iban cayendo uno tras otro y yo me sentía cada vez más estafado. Si bien las bases de la novela son plausibles (en África existen ríos acaudalados como el Mallory, capaces de presentar un lecho seco en cuestión de horas después de haber llevado aguas procedentes de lluvias estacionales durantes semanas), Ballard abusa de ellas para llevar al límite al protagonista. En los escasos seis meses en que transcurre la acción, el río es capaz de moldear el paisaje de una forma que resulta difícil de creer: bosques tropicales plagados de árboles, plantas y fauna salvaje rodean lo que antes era el lecho seco de un río. Tomarse las cosas al pie de la letra, por tanto, provoca un rechazo consciente que no compensa con la fantástica prosa del británico, obsesiva, asfixiante, cargada de certeras imágenes oscuras impregnadas de belleza... simpre que seas capaz de disfrutar de la locura, claro está. Porque así es como se nos presenta al protagonista, como un individuo que ya desde joven mostró la actitud equivocada rechazando jugosas becas de investigación, para posteriormente embarcarse en empleos cada vez más alejados del ejercicio real de la medicina: director de una revista médica, jefe de investigación de una farmaceútica, etc. Su fijación insana por el río y por una joven niña guerrillera (Noon) que le acompañará durante todo el viaje harán de este periplo por el río un tour de force irreal, de pesadilla febril, con un resultado que no dejará buen sabor de boca a nadie.
Tengo que admitir que Ballard no me parece un autor fácil, al menos en su faceta de novelista. Me parece mucho más accesible cuando escribe relatos cortos, donde plasma sus obsesiones de una manera más sencilla y asimilable. La sensación durante la lectura de esta novela me ha recordado a la que experimenté en La Isla de Hormigón: las situaciones se fuerzan más allá de lo razonable. Bueno, pues ahí precisamente está la solución, en ver sus obras como una transgresión de los límites de la razón para embarcarnos en un viaje a la total enajenación de los protagonistas. De esta forma sí que he conseguido empaparme de la densa atmósfera de la narración y gozar con la lectura. Tenéis otras reseñas de este libro en el Sitio de Ciencia-ficción y els orfes del senyor Boix (en catalán).
Bajo mi punto de vista hay dos maneras de enfrentarse a una novela de James G. Ballard. A la primera la denominaré la forma objetiva. Ya aviso que por aquí no vamos a llegar a ningún lado y probablemente terminemos cogiéndole ojeriza al autor británico. La segunda consiste en abordarla desde una visión subjetiva. Esta es, creo yo, la única forma posible no ya de terminar sus libros, sino además de disfrutarlos. Mientras leía El Día de la Creación he tenido que plantearme este doble enfoque porque los capítulos iban cayendo uno tras otro y yo me sentía cada vez más estafado. Si bien las bases de la novela son plausibles (en África existen ríos acaudalados como el Mallory, capaces de presentar un lecho seco en cuestión de horas después de haber llevado aguas procedentes de lluvias estacionales durantes semanas), Ballard abusa de ellas para llevar al límite al protagonista. En los escasos seis meses en que transcurre la acción, el río es capaz de moldear el paisaje de una forma que resulta difícil de creer: bosques tropicales plagados de árboles, plantas y fauna salvaje rodean lo que antes era el lecho seco de un río. Tomarse las cosas al pie de la letra, por tanto, provoca un rechazo consciente que no compensa con la fantástica prosa del británico, obsesiva, asfixiante, cargada de certeras imágenes oscuras impregnadas de belleza... simpre que seas capaz de disfrutar de la locura, claro está. Porque así es como se nos presenta al protagonista, como un individuo que ya desde joven mostró la actitud equivocada rechazando jugosas becas de investigación, para posteriormente embarcarse en empleos cada vez más alejados del ejercicio real de la medicina: director de una revista médica, jefe de investigación de una farmaceútica, etc. Su fijación insana por el río y por una joven niña guerrillera (Noon) que le acompañará durante todo el viaje harán de este periplo por el río un tour de force irreal, de pesadilla febril, con un resultado que no dejará buen sabor de boca a nadie.
Tengo que admitir que Ballard no me parece un autor fácil, al menos en su faceta de novelista. Me parece mucho más accesible cuando escribe relatos cortos, donde plasma sus obsesiones de una manera más sencilla y asimilable. La sensación durante la lectura de esta novela me ha recordado a la que experimenté en La Isla de Hormigón: las situaciones se fuerzan más allá de lo razonable. Bueno, pues ahí precisamente está la solución, en ver sus obras como una transgresión de los límites de la razón para embarcarnos en un viaje a la total enajenación de los protagonistas. De esta forma sí que he conseguido empaparme de la densa atmósfera de la narración y gozar con la lectura. Tenéis otras reseñas de este libro en el Sitio de Ciencia-ficción y els orfes del senyor Boix (en catalán).
20 may 2014
Espejismo (Wool) - Hugh Howey
Estamos ante el que sin duda es el hype de la temporada, con toda su carga negativa asociada: un producto (cultural en este caso) encumbrado artificialmente por una publicidad machacona y omnipresente tras el cual realmente no hay nada. Espejismo (Wool) es la novela más mal escrita, más aburrida, inane, vacía y sin chispa que llevo en lo que va de año. Y eso que según la promoción tiene todo lo necesario para que me guste: intriga y ciencia ficción post-apocalíptica. ¿Qué falla entonces? Pues prácticamente todo lo que puede fallar. Pero empecemos por el principio, ¿de qué va este libro? ¿Por qué narices la han titulado 'Espejismo' cuando el título original es 'Wool'? Bueno, cada cosa a su tiempo.
La acción transcurre en la Tierra en un futuro no determinado, aunque no muy lejano, unos pocos siglos nada más. La superficie de nuestro planeta se ha vuelto estéril y está contaminada con gases tóxicos que la hacen inhabitable. Tardaremos bastante en conocer el porqué, aunque tampoco es que importe. Unos cuantos miles de humanos han logrado sobrevivir en una enorme estructura de hormigón que, a modo de silo invertido, se adentra cientos de metros en el suelo. En este último reducto humano existe una triple autoridad constituída por el Comisario de policía, la Alcaldesa y el Jefe de Informática. El férreo control que se ejerce sobre la libertad de pensamiento de sus habitantes está aparentemente destinado a evitar los motines y mantener la paz y la vida en común, aunque nada ha evitado que se hayan producido levantamientos cruentos. Evidentemente ninguno de ellos ha triunfado, sino que han terminado con sus líderes y participantes condenados a lo que se denomina la "limpieza": los habitantes encontrados culpables de crímenes contra el orden del silo -no sólo los que se amotinan, sino aquellos que públicamente se cuestionan la realidad oficial- son expulsados del habitáculo y se les pide que como último favor, limpien las pocas cámaras de TV que ofrecen a sus habitantes una visión del exterior en tiempo real. No hay forma de obligarles, pero curiosamente todos lo hacen. Para ello les facilitan un traje estanco hecho a medida y una bayerina (bueno más que una bayeta es un paño de lana, de ahí el 'Wool' del título creo yo) para que le den unas friegas a las lentes. Una vez desterrados han de sobrevivir por sus propios medios, pero lo cierto es que todos mueren a los pocos minutos y su cuerpos inertes quedan formando parte del paisaje que se muestra en las pantallas de la zona de esparcimiento situada en una de las plantas más próximas a la superficie. Evidentemente, esas imágenes que muestran a los ajusticiados yaciendo sobre las desoladas laderas sirven de escarmiento y aviso al resto de los habitantes. Algo que al poder le va de perlas para conseguir la sumisión a la ley que tan necesaria es para mantener bajo control un sistema tan cerrado. En la novela asistimos a uno de estos golpes de estado populares, protagonizados por Juliette, una hábil y experta joven treintañera que trabaja en el Dpto. de Mecánica y Lukas, un brillante ingeniero del Dpto. de Informática de unos veintitantos años.
Visto así la verdad es que la trama no suena del todo mal, ¿por qué no me ha gustado nada entonces? ¿Por qué he vapuleado la novela de esa manera nada más empezar? Atentos ahora aunque aviso: voy a desvelar misterios que se incluyen en la acción. Para empezar Hugh Howey da toneladas de información que no aportan nada de interés y simplemente se emplean en hinchar artificialmente el texto y dar volumen y empaque al libro: 5 partes, la primera de las cuales, a modo de contextualización e introducción, no aporta absolutamente nada el resto de la trama; 82 capítulos y un epílogo; unas 550 páginas útiles. El gran triunfador de la autoedición de Amazon de la temporada pasada rellena a base de hacer descripciones y aclaraciones muchísimo más extensas de lo necesario. Cada capítulo desarrolla hasta la saciedad una aventurilla en un cansino tono dominado por el presente de indicativo. Si hay que mover un tornillo para desbloquear una puerta, podemos estar seguros de que se incluirá:
Por otro lado al texto le falta rigurosidad a nivel científico y tecnológico, lo cual en mi opinión tiene mucha importancia si la novela plantea una continuidad con el presente que conocemos. Otra cosa sería si transcurriese miles de años en el futuro y se pudieran transitar agujeros de gusano o teletransportarnos a otras galaxias. Por ejemplo, aunque el sustento básico del silo es de origen vegetal, también crían animales para comerselos. Dejando al margen de consideraciones éticas, la cría de animales para usar como alimento humano es un proceso con que consume muchísimos recursos: miles de litros de agua(1) sin ir más lejos. También alimento vegetal que podría utilizar directamente el ser humano. Pero bueno, como no voy a poder sacar la calculadora para hacer un desmentido oficial lo dejaremos pasar porque es verdad que se plantea como un lujo muy racionado y poco accesible. No importa, hay mil fallos más. En un momento dado se habla de minas situadas al fondo del silo de donde obtienen acero, ¿desde cuando el acero, una aleación, sale de las minas? Más adelante la protagonista da un repaso y unas puntadas a uno de los trajes que usan para salir al exterior y se sumerge con él varias plantas en un silo inundado de agua. Lo siento pero resulta difícil de creer que ese trajecillo con visor de plástico pueda soportar la presión de tantos metros de agua, recordemos que se usa para salir a la atmósfera terrestre, así que nunca se indica que estén presurizados. Pero lo más insalvable de todo son las telecomunicaciones. Según se revela, el proyecto original consta no de un silo, sino de muchos más, unos cincuenta, cada uno con la misma estructura y distribución de elementos y plantas. Los diferentes silos se comunican entre sí por radio, por frecuencia modulada, llegandose a describir situaciones tan absurdas como que desde una de las plantas inferiores de un silo de hormigón armado (es decir, reforzado interiormente con una malla de barras de acero), a ciento treinta y pico pisos de profundidad, que además tiene las paredes y suelos de muchos recintos cubiertos de planchas de acero, encienden una radio portátil y seleccionando la banda de frecuencia adecuada, consiguen hablar con un receptor de radio situado en... ¡otro silo enterrado en la tierra a un par de kilómetros de éste! ¿Qué pasa con la potencia y la atenuación de la señal? ¿Qué pasa con la jaula de Faraday? ¿No juegan éstos y muchos otros conceptos de electromagnetismo básico en contra de semejante despropósito?
En fin, no me voy a enrollar mucho más porque voy a parecer el propio autor. A todo lo anterior se suman personajes sacados de la manga a cada poco, cuya presencia es irrelevante y cuya desaparición es tan súbita como su aparición. Para cerrar el libro, tenemos un final improvisado y cogido con alfileres, que todo hay que decirlo, tiene todo el sentido del mundo dadas las evidentes carencias en el desarrollo de la novela. Ni que decir tiene, conmigo que no cuenten ni para precuelas ni para cualquier otra producción del señor Howey. Tenéis más reseñas en Con un libro en la mano, El rincón de libros y Alas de papel. Los dos primeros han caído rendidísimos a los pies del libro, el tercero es un poco más crítico y aporta información de interés, por ejemplo que las cinco partes se concibieron como cinco relatos cortos independientes. Ahora bien, en los tres casos definen la historia como distópica,... ¿Distópica? ¿¿¿Distópica??? Yo de verdad que no lo entiendo, ¿tan difícil es distinguir una distopía de la ciencia ficción post-apocalíptica? ¿No será tal vez que 'distopía' y sus derivados visten mejor los posts?
-----------------------
(1) Para obtener un kilo de carne, arroz o trigo se necesitan, respectivamente, 20.000, 454 y 227 litros de agua. Además, la producción ganadera contamina el agua diez veces más que los humanos y tres veces más que la industria. Fuente: liberaong
La acción transcurre en la Tierra en un futuro no determinado, aunque no muy lejano, unos pocos siglos nada más. La superficie de nuestro planeta se ha vuelto estéril y está contaminada con gases tóxicos que la hacen inhabitable. Tardaremos bastante en conocer el porqué, aunque tampoco es que importe. Unos cuantos miles de humanos han logrado sobrevivir en una enorme estructura de hormigón que, a modo de silo invertido, se adentra cientos de metros en el suelo. En este último reducto humano existe una triple autoridad constituída por el Comisario de policía, la Alcaldesa y el Jefe de Informática. El férreo control que se ejerce sobre la libertad de pensamiento de sus habitantes está aparentemente destinado a evitar los motines y mantener la paz y la vida en común, aunque nada ha evitado que se hayan producido levantamientos cruentos. Evidentemente ninguno de ellos ha triunfado, sino que han terminado con sus líderes y participantes condenados a lo que se denomina la "limpieza": los habitantes encontrados culpables de crímenes contra el orden del silo -no sólo los que se amotinan, sino aquellos que públicamente se cuestionan la realidad oficial- son expulsados del habitáculo y se les pide que como último favor, limpien las pocas cámaras de TV que ofrecen a sus habitantes una visión del exterior en tiempo real. No hay forma de obligarles, pero curiosamente todos lo hacen. Para ello les facilitan un traje estanco hecho a medida y una bayerina (bueno más que una bayeta es un paño de lana, de ahí el 'Wool' del título creo yo) para que le den unas friegas a las lentes. Una vez desterrados han de sobrevivir por sus propios medios, pero lo cierto es que todos mueren a los pocos minutos y su cuerpos inertes quedan formando parte del paisaje que se muestra en las pantallas de la zona de esparcimiento situada en una de las plantas más próximas a la superficie. Evidentemente, esas imágenes que muestran a los ajusticiados yaciendo sobre las desoladas laderas sirven de escarmiento y aviso al resto de los habitantes. Algo que al poder le va de perlas para conseguir la sumisión a la ley que tan necesaria es para mantener bajo control un sistema tan cerrado. En la novela asistimos a uno de estos golpes de estado populares, protagonizados por Juliette, una hábil y experta joven treintañera que trabaja en el Dpto. de Mecánica y Lukas, un brillante ingeniero del Dpto. de Informática de unos veintitantos años.
Visto así la verdad es que la trama no suena del todo mal, ¿por qué no me ha gustado nada entonces? ¿Por qué he vapuleado la novela de esa manera nada más empezar? Atentos ahora aunque aviso: voy a desvelar misterios que se incluyen en la acción. Para empezar Hugh Howey da toneladas de información que no aportan nada de interés y simplemente se emplean en hinchar artificialmente el texto y dar volumen y empaque al libro: 5 partes, la primera de las cuales, a modo de contextualización e introducción, no aporta absolutamente nada el resto de la trama; 82 capítulos y un epílogo; unas 550 páginas útiles. El gran triunfador de la autoedición de Amazon de la temporada pasada rellena a base de hacer descripciones y aclaraciones muchísimo más extensas de lo necesario. Cada capítulo desarrolla hasta la saciedad una aventurilla en un cansino tono dominado por el presente de indicativo. Si hay que mover un tornillo para desbloquear una puerta, podemos estar seguros de que se incluirá:
- Características industriales y de fabricación del tornillo
- Herramientas empleadas para hacerlo girar, fabricantes, valores máximos tolerados
- Técnicas que facilitan el desbloqueo
- Posibles implicaciones morales y éticas del uso de coadyuvantes químicos y/o lubricantes (el clásico aceite '3 en 1')
- Sentimientos del protagonista durante el proceso de desatornillamiento
- Vínculos de dicha tarea con su vida y su crecimiento como persona
- Etc.
Por otro lado al texto le falta rigurosidad a nivel científico y tecnológico, lo cual en mi opinión tiene mucha importancia si la novela plantea una continuidad con el presente que conocemos. Otra cosa sería si transcurriese miles de años en el futuro y se pudieran transitar agujeros de gusano o teletransportarnos a otras galaxias. Por ejemplo, aunque el sustento básico del silo es de origen vegetal, también crían animales para comerselos. Dejando al margen de consideraciones éticas, la cría de animales para usar como alimento humano es un proceso con que consume muchísimos recursos: miles de litros de agua(1) sin ir más lejos. También alimento vegetal que podría utilizar directamente el ser humano. Pero bueno, como no voy a poder sacar la calculadora para hacer un desmentido oficial lo dejaremos pasar porque es verdad que se plantea como un lujo muy racionado y poco accesible. No importa, hay mil fallos más. En un momento dado se habla de minas situadas al fondo del silo de donde obtienen acero, ¿desde cuando el acero, una aleación, sale de las minas? Más adelante la protagonista da un repaso y unas puntadas a uno de los trajes que usan para salir al exterior y se sumerge con él varias plantas en un silo inundado de agua. Lo siento pero resulta difícil de creer que ese trajecillo con visor de plástico pueda soportar la presión de tantos metros de agua, recordemos que se usa para salir a la atmósfera terrestre, así que nunca se indica que estén presurizados. Pero lo más insalvable de todo son las telecomunicaciones. Según se revela, el proyecto original consta no de un silo, sino de muchos más, unos cincuenta, cada uno con la misma estructura y distribución de elementos y plantas. Los diferentes silos se comunican entre sí por radio, por frecuencia modulada, llegandose a describir situaciones tan absurdas como que desde una de las plantas inferiores de un silo de hormigón armado (es decir, reforzado interiormente con una malla de barras de acero), a ciento treinta y pico pisos de profundidad, que además tiene las paredes y suelos de muchos recintos cubiertos de planchas de acero, encienden una radio portátil y seleccionando la banda de frecuencia adecuada, consiguen hablar con un receptor de radio situado en... ¡otro silo enterrado en la tierra a un par de kilómetros de éste! ¿Qué pasa con la potencia y la atenuación de la señal? ¿Qué pasa con la jaula de Faraday? ¿No juegan éstos y muchos otros conceptos de electromagnetismo básico en contra de semejante despropósito?
En fin, no me voy a enrollar mucho más porque voy a parecer el propio autor. A todo lo anterior se suman personajes sacados de la manga a cada poco, cuya presencia es irrelevante y cuya desaparición es tan súbita como su aparición. Para cerrar el libro, tenemos un final improvisado y cogido con alfileres, que todo hay que decirlo, tiene todo el sentido del mundo dadas las evidentes carencias en el desarrollo de la novela. Ni que decir tiene, conmigo que no cuenten ni para precuelas ni para cualquier otra producción del señor Howey. Tenéis más reseñas en Con un libro en la mano, El rincón de libros y Alas de papel. Los dos primeros han caído rendidísimos a los pies del libro, el tercero es un poco más crítico y aporta información de interés, por ejemplo que las cinco partes se concibieron como cinco relatos cortos independientes. Ahora bien, en los tres casos definen la historia como distópica,... ¿Distópica? ¿¿¿Distópica??? Yo de verdad que no lo entiendo, ¿tan difícil es distinguir una distopía de la ciencia ficción post-apocalíptica? ¿No será tal vez que 'distopía' y sus derivados visten mejor los posts?
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(1) Para obtener un kilo de carne, arroz o trigo se necesitan, respectivamente, 20.000, 454 y 227 litros de agua. Además, la producción ganadera contamina el agua diez veces más que los humanos y tres veces más que la industria. Fuente: liberaong
6 may 2014
Vacío perfecto - Stanisław Lem
Vacío perfecto es una colección de reseñas de libros inexistentes. Impresionantes reseñas de impagables libros inexistentes, para ser más exacto. Cada una de estas publicaciones ficticias ideada, resumida y criticada por Stanisław Lem, le da opción a desplegar ideas de lo más variopintas en torno diferentes temas. Yo en mis limitadas entendederas he detectado tres tipos de textos:
- (1) Burla, sátira, coñas intelectualizadas sobre nuevos enfoques de la literatura o visiones heterodoxas del arte que parecen no imponer mucho respeto a Lem
- (2) Especulación pura y dura a través de impensables teorías científicas, rompedoras interpretaciones del universo completamente al margen de lo convencional, demenciales teorías para explicar el mundo y la existencia en las que hay mucho de la filosofía y creencias personales del autor: antropocentrismo, ateísmo, etc. En estas reseñas el polaco desarrolla en sus razonamientos una profundidad y complejidad tal, que exige la máxima atención del lector para poder seguirle. Y aun así cuesta lo suyo.
- (3) Al tercer bloque yo no le he encontrado un punto en común. Me han parecido reseñas de obras sin escribir, símplemente por el gusto de poner ideas a circular. Por lo general giran en torno a la ciencia-ficción. En la edición de Impedimenta, la introducción de Andrés Ibáñez nos da unas pistas que se confirman tras curiosear la entrada de este libro en el website oficial de Lem: efectivamente, el autor planteó este tercer grupo de textos como borradores de posibles novelas a escribir.
- Vacío perfecto, de Stanislaw Lem (reseña-prólogo del libro a cargo de un autor desconocido) (1)
- Les Robinsonades, de Marcel Coscat (1)
- Gigamesh, de Patrick Hannahan (1)
- Sexplosión, de Simon Merrill (3)
- Gruppenführer Louis XVI, de Alfred Zellermann (3)
- Rien de tout, ou la conséquence, de Solange Marriot (1)
- Perycalypsis, de Joachim Fersengeld (1)
- Idiota, de Gian Carlo Spallanzani (3)
- Do Yourself a Book (1)
- Odis de Itaca, de Kuno Mlatje (2)
- Toi, de Raymond Seurat (1)
- Being, Inc., de Alistar Waynewright (3)
- Die Kultur als Fehler, de Wilhelm Klopper (2)
- De Impossibilitate Vitae / De Impossibilitate Prognoscendi, de Cesar Kouska (2)
- Non Serviam, de Arthur Dobb (2)
- La nueva Cosmogonía, de Alfredo Testa (2)
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