27 jun 2016

La bendición de la tierra - Knut Hamsun

En la Noruega profunda y a principios del S. XX, Isak, joven, decidido y fuerte como un roble, toma posesión de unas tierras del estado para cultivarlas y fundar una granja. Empieza solo y en condiciones muy difíciles; un par de años después de asentarse se le une Inger, una joven también decidida y fuerte como un roble pero que al tener un defecto de nacimiento, un labio leporino, es consciente de que no va a tener muchas oportunidades mejores. La alquería crece poco a poco, al igual que la familia, que pronto tendrá a dos pequeños vástagos: Eleseus y Sivert. Con la ayuda de Geissler, el antiguo comisario de la población más cercana, Isak adquiere las tierras al estado, y es el propio ex-comisario quien bautiza la explotación agrícola como Sellanrå. Geissler descubre una posible veta de mineral de cobre dentro de los límites de la propiedad de Isak y le compra el terreno por un buen dinero. Y los años pasan y también ocurren cientos de acontecimientos de mayor o menor gravedad entre los protagonistas; los colonos que empiezan a asentarse en las proximidades atraídos por la riqueza de las tierras; los vecinos del pueblo más cercano chismorrean y el yacimiento minero se ponen en producción y luego la producción se detiene. No voy a dar más detalles por no reventar los aspectos más interesantes de la trama, que no hace sino exponer la bondad (a ratos) de la vida simple y esforzada del campo, frente a la vorágine vacía de valores que hay en la ciudad.

No es que La bendición de la tierra me haya parecido un mal libro, pero tampoco llego a entender ese entusiasmo que despierta entre miles de lectores que se quedan sin palabras ante este panegírico de la nobleza que hay en la vida sencilla del campo mientras consultan Google maps en su iPad con 4G para llegar al último restaurante de moda donde por el módico precio de 200,00€ van a zamparse un menú de degustación lleno de sugerentes platos fusión de varias concinas internacionales que mantienen una base claramente meditarránea -faltaría más-. En favor de la prosa de Knut Hamsun habla el hecho de que las casi 400 páginas que tiene la edición de Nórdica se despachen con una facilidad pasmosa. A pesar de que a lo largo de todo el texto lo único que se hace es elogiar la vida recta, correcta, sencilla y honesta basada en el esfuerzo y compromiso personal con la Tierra, las distintas aventuras y dificultades que se presentan año tras año consiguen que la lectura sea muy entretenida. Aunque por otro lado son variaciones de lo mismo todo el rato: la sirvienta me sisa gallinas que regala a su familia, los lapones pasan mendigando, al niño leído lo que le gusta es la ciudad y no sabe dar palo al agua, los colonos nuevos no tienen ni pajolera idea de cómo desecar terreno pantanoso, yo me basto y me sobro para levantar un pajar, etc. etc.

Me ha resultado particularmente interesante el retrato de la realidad social noruega que se puede contemplar entre líneas. Y no solo entre líneas, de hecho el impacto de los infanticidios en la criminalidad ocupa un porcentaje importante del argumento. No sólo se pone de manifiesto su alta incidencia, sino que se cuestionan y valoran las causas que llevaban a las mujeres, especialmente las mujeres solteras, a decidirse por una salida tan terrible a su embarazo no deseado. Por lo demás, y salvando las distancias espacio-temporales y de índole economico-social de base capitalista, la verdadera protagonista es la explotacion Sellanrå, que resulta ser una especie de Falcon Crest con avena y barbecho en lugar de viñas. Tenéis más reseñas menos irreverentes en Solo de libros y La tormenta en un vaso. En Un libro al día aprecian la obra, pero reconocen que el autor es un poco cargante y se pasa todo el rato repitiendo lo mismo.

21 jun 2016

Las cosas que perdimos en el fuego - Mariana Enriquez

Hoy toca una colección de relatos cortos de terror intrigante y desasosegante que nos llega desde Argentina. Jóvenes adolescentes con graves problemas de comportamiento causados no se sabe bien si por un trastorno psiquiátrico o espectros amenazantes. Críos que juegan con fuerzas desconocidas. El horror de los abusos de la dictadura de la junta militar viajando a través del tiempo. Marginación, drogadicción y pobreza conducen a muertes rituales, dioses paganos, posesiones a cargo de espíritus malignos. Relaciones de pareja tóxicas que actúan como catalizador de lo sobrenatural. Este es un pequeño resumen de las temáticas que baraja Mariana Enriquez en los doce cuentos que contiene Las cosas que perdimos en el fuego:

  • El chico sucio
  • La Hostería
  • Los años intoxicados
  • La casa de Adela
  • Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo
  • Tela de araña
  • Fin de curso
  • Nada de carne sobre nosotras
  • El patio del vecino
  • Bajo el agua negra
  • Verde rojo anaranjado
  • Las cosas que perdimos en el fuego
La verdad es que todas las historias dejan bastante mal cuerpo, que yo diría que es el mejor elogio que se puede dar una compilación de relatos de terror. Quizás ayuda que el contexto en que se desarrollan es totalmente urbano y contemporáneo, repleto de situaciones cotidianas que los acercan a la experiencia diaria de cualquiera de nosotros. Los finales suelen ser abiertos, algo que encaja perfectamente con la temática, porque a ver, ¿qué sentido tiene explicar lo sobrenatural, lo que queda fuera del control de la física que moldea la realidad? El texto resultará especialmente sexy si como a mí, os gusta la variedad dialectal del español de Argentina, no solo por el uso del léxico propio (remera, colectivo, subte, heladera, etc.) sino especialmente por el voseo y sus fantásticas conjugaciones verbales. Tenéis más reseñas en La medicina de Tongoy, que fue donde lo descubrí, y Desde Otranto.

17 jun 2016

Birlibirloque - Kurt Vonnegut

Eugene Debs Hartke, nacido en 1940 y protagonista de 'Birlibirloque',  narra su biografía en primera persona en esta novela. Su vida es poco más o menos la vida que podríamos haber llevado cualquiera de nosotros. Sus ilusiones juveniles de lograr el éxito en un grupo de jazz y ser periodista, de pronto se ven truncadas y entra en West Point a hacer carrera militar por no decepcionar a su padre y por falta de decisión, a partes iguales. Entre los 21 y los 35 fue oficial del ejército de los EEUU y sirvió con honores en la guerra de Vietnam, si es que tal cosa es posible en cualquier guerra en general y en la de Vietnam en particular. Al volver a su país tras la derrota se encuentra totalmente desubicado, pero por casualidad se tropieza con el militar que le reclutó originalmente, un coronel que ha abandonado el ejército y ahora es el presidente del Colegio Tarkington para jóvenes acomodados con problemas de aprendizaje, quien le contrata como profesor de Física. En Scipio, NY, que es donde se encuentra la escuela, pasará los próximos 25 años de su vida, casi todo el tiempo como docente del centro, pero los últimos los dedicará a formar a los reclusos de una cárcel que hay al otro lado del lago y también en otros empleos obligado por las demenciales circunstancias que se irán planteando.

Kurt Vonnegut, que siempre simpatizó con el socialismo (en el sentido original y utópico de la palabra, no como en esa broma de mal gusto que es la etiqueta de 'socialista' del actual PSOE, evidentemente), desmonta  el modelo economico-social capitalista existente en su país a lo largo y ancho del texto. No le tiembla el pulso a la hora de ridiculizar a las clases dirigentes y acomodadas, censurando su modo de vida endogámico, elitista y colonialista. Nos deja bien claro que la lucha de clases es absolutamente necesaria, poniéndose por su puesto del lado del obrero, del pobre, del marginado. Sin duda es la novela más política y más anti-antropocentrista de Vonnegut que he leído, donde se critica desde el horror de la guerra, hasta -para mi sorpresa más absoluta- la crueldad de la industria cárnica. Y todo ello lo hace empleando un humor, una agudeza y una ironía que solo se me ocurre calificar como amable. No hay odio, no hay rencor y sobre todo, el autor no intenta dogmatizar. Y es que los hechos que exponen son tan evidentes que intentar negarlos no puede ser sino un acto interesado de trasfondo egoista, algo por otro lado tan habitual en el ser humano.

Este es probablemente uno de los libros más bonitos que he leído nunca. Sí, bonito y no maravilloso, espectacular o sobrecogedor. Es bonito porque es sencillo, porque inspira ternura, porque transmite sabiduría, porque las críticas a la humanidad que contiene son implacables pero están expuestas con la resignación y la amargura de quien ha llegado a la inexorable conclusión de que la especie humana es estúpida, limitada, arrogante y peligrosa. Que dichas características están marcadas a fuego en nuestros genes y es imposible hacer nada para cambiarlas. Y por tanto lo único que puede hacer un individuo de buen corazón es actuar conforme a su conciencia y confiar en que la mayoría de sus congéneres obren igual motu proprio. Da gusto leer algo así; sé que no servirá para cambiar nada, pero al menos es una chispa de inteligencia que conforta ante la pena de vivir expuesto a tanta miseria. No he conseguido encontrar muchas reseñas de este libro en la blogosfera en español, por no dejar este apartado desierto os dejo la de Espacios en blanco.

13 jun 2016

Cuando llegue el momento - Josef Winkler

No puede ser verdad, así de sencillo. No puedo creer que la vida en la Austria rural, en los pueblos más pequeños del estado federado de Carintia, sea el infierno que Josef Winkler refleja en Cuando llegue el momento. Infierno en la Tierra que paradójicamente se ha encargado de crear la iglesia católica con sus intolerantes dogmas y mandamientos. El relato de las mil y una desgracias y de los mil y unos sinsabores que hemos venido a padecer en la Tierra para que podamos purificarnos y ser dignos de la presencia del Señor una vez hayamos fallecido (una contradicción que resultará familiar a todos los que crecimos en el catolicismo), llena las páginas de la novela. Ludmilla Felfernig, la adolescente de quince años que al tener su primera menstruación se creyó poseída y se arrojó al río Drave. Lukas, de doce años, que cruzó la carretera sin mirar para comprar un pan con salchicha y fue atropellado por un coche que lo dejó en el sitio. Los dos jóvenes homosexuales de diecisiete años, Jonathan y Leopold, que se suicidaron juntos ahorcándose en un granero, saltando al vacío abrazados. La madre de Jonathan, que se vuelve loca de dolor y no deja de pedirle que se levante del ataud hasta que lo cubren de tierra (años más tarde morirá de cancer de mama). El padre, que roto por el dolor también se suicidará pocos años después que su hijo. Ancianos que parecen salir por primera vez del pueblo ficticio de Pulsnitz (transunto del pueblo del autor, Kamering), donde transcurre la acción, para ir a morir al hospital de la vecina ciudad de Villach. Hermanos que se retiran la palabra y solo se saludan en los entierros familiares. Vecinos que se amenazan y dejan de hablarse el resto de sus vidas. Supongo que no hace falta que siga, me imagino que os habréis hecho una idea.

Pero no sólo la trama es reiterativa y obsesiva, si es que esta relación interminable de desdichas se puede denominar trama. El estilo de Winkler también lo es. Para empezar el nivel de anidamiento de frases de relativo aclarativas, explicativas y todo lo demás es tal, que en ocasiones no se llega a entender de qué narices había empezado a hablar, por más que insistas releyendolo. Conste que en otras muchas logra cierto ritmo y cadencia que da gusto, porque cuando llegas al final del párrafo la idea completa cobra sentido en su globalidad, pero por lo general este tipo de composición recursiva no ayuda nada a la lectura  sino que la dificulta.

Por otro lado hay varios elementos que se repiten a lo largo de todo el texto y que lo vuelven doble, triplemente angustioso. En primer lugar, todos los personajes cuya miserable vida o muerte se relata se presentan indicándonos su grado de relación con Maximilian (con gran probabilidad alter ego del escritor). Todos son hijos, primas, maridos, esposas, vecinos, criadas, arrendatarios, o mozos de cuadra del tío, padre, compañero de colegio, nieta, médico, maestro, abuela o el cuñado de nuestro hombre. Cuesta por tanto situar temporalmente cada accidente, enfermedad o suicidio enumerado, en un periodo que abarca dramas desde la I Guerra Mundial hasta el presente. En segundo y a modo de letanía maldita, después de describir cada calamidad se repite palabra por palabra, un párrafo en el que se detalla cómo se acumulan los restos de los fallecidos en el caldero donde el carbonero de huesos elaboraba el «pandapigl», un repugnante, apestoso y viscoso líquido obtenido de la deccocción de huesos de animales que se utilizaba en verano para ahuyentar los tábanos y otros insectos de los animales de tiro. Poco más o menos a cada par de páginas tenemos que asistir a un calco en el que solo cambian los nombres de los dos últimos desgraciados cuyos despojos han ido a parar al perol. El tercer y último elemento constante es la representación del infierno que el obtuso y enfermizo párroco del pueblo Balthasar Kranabeter, ha pintado con sus propias manos en una ermita de calvario situada en el centro del pueblo a modo de recordatorio de la que nos espera si no seguimos la palabra de Dios. A cada poco se indica cómo Lucifer "se inclina sobre el atormentado, con sus alas de diablo rojas que aletean en el calor como alas de murciélago y en las que se pueden contar las venas, y le vierte en la boca una copa de hiel", con alguna que otra variación sobre las serpientes que se enroscan aquí o allá o las flores rojas que a modo de sangre lo adornan en verano.

Resumiendo, una alegría para el cuerpo que ya la quisiera para sí un coro rociero con su griterío polifónico, sus cascabeles y sus panderetas, ¡óle óle óle! Ahora en serio, va a pasar mucho tiempo antes de que vuelva a leer alguna obra del autor austriaco. Reconozco que tengo cierta querencia por todo aquel que cuestione y ponga en entredicho las miserias del catolicismo, pero esto de hoy es demasiado, no solo por la desbordante cantidad de miserias humanas a que te enfrenta sino además, por la tortuosa forma de escribir de Winkler. No quiero ni imaginarme cómo debe ser el original en alemán; su traductor, el archiconocido Miguel Sáenz, que estará bien curtido con Thomas Bernhard, ha debido de pasarlas canutas con el carintio. Más reseñas en Letras libres, a cargo del ínclito Vicente Molina Foix. En Como una metáfora hay un artículo muy chulo que habla de este escritor y comenta alguna de sus obras, incluida ésta. Por último, El País tiene un artículo muy breve e interesante en el que Winkler comenta este libro. Os lo recomiendo también, pero como viene siendo habitual no voy a incluir el link al tratarse de un gran medio.

8 jun 2016

La penúltima verdad - Philip K. Dick

A pricipio de la década de los 2000 estalla la III Guerra Mundial entre los dos grandes bloques de países englobados en la West-Dem y la Pac-Peop. La población se refugia en unas estructuras subterráneas denominadas tanques-hormiguero, mientras que en la superficie de la Tierra (y en otros planetas ya colonizados) los robots bélicos combaten por sus respectivos bandos. 15 años después del comienzo de la contienda la población sigue encerrada en los refugios subterráneos, produciendo robots en unas condiciones cada vez más asfixiantes. El presidente de uno de estos tanques, Nicholas Saint-James, se ve forzado a arriesgar su vida subiendo a la superficie para conseguir un páncreas artificial destinado a uno de sus mejores mecánicos, recientemente fallecido de pancreatitis y actualmente en estado de hibernación. Dicho material está reservado para la clase dirigente y militares, así que tendrá que hacer lo posible por conseguirlo en el mercado negro, si es que antes no acaban con él la radiación o las mil y una enfermedades provocadas por armas bacteriológicas que abundan en el aire libre. Sin embargo en el terreno exterior de la Tierra las cosas no son como se hacen creer a los refugiados a través de los comunicados retransmitidos por televisión. La III Guerra Mundial duró solo un par de años, a partir de los cuales la élite mundial creó una farsa sostenida por material audivisual y constantes discursos de sus líderes cuya intención es mantener controlada a la población subterránea, algo que les permite vivir como grandes señores feudales en la Tierra, que sigue en proceso de recuperación tras la destrucción parcial del planeta. Cuando Nick por fin llega a la superficie se verá envuelto en una compleja trama política en la que nuevas fuerzas, entre las cuales se encuentra un misterioso personaje místico/religioso que trasciende la realidad, van a tratar de poner fin al engaño.

Ya tocaba volver a mi admirado Philip K. Dick, a su universo personal plagado de simulacros, robots, naves voladoras utilitarias, colonizaciones de los planetas del sistema solar, personajes con capacidades psiónicas, salvadores de la humanidad de atributos semidivinos, tecnología asombrosa que va desde las máquinas para viajar en el tiempo a los órganos artificiales sin olvidar las más precisas y perversas armas automáticas. He estado mucho tiempo buscando la edición de Minotauro de La penúltima verdad en papel, descatalogada hace años, y aunque sigue a la venta la versión electrónica y por la red anda pirateada, me fui a una biblioteca pública para poder disfrutarla como me apetecía, en soporte físico, disfrutando de ella página a página.

De nuevo el autor norteamericano pone de manifiesto su preocupación sobre la percepción de la realidad y la existencia de diversas realidades simultáneas, en este caso no mediante drogas enteógenas o entidades extraterrestres, sino gracias a un metodo tan palpable como puede ser la manipulación a que se somente al ciudadano a través de los medios de comunicación. Otra vez el ser humano retratado como lo que es: un mostruo egoista desposeído de la más mínima empatía hacia el resto de sus congéneres. La magnitud el engaño que se plantea en la trama es inabarcable, con una exclusiva y reducidísima parte de la población viviendo en unas condiciones de bienestar inigualables (eso sí, condenados a una terrible soledad debido a la esterilidad causada por la radiación), que no tiene el menor escrúpulo en mentir, falsear información, ocultar la realidad e inventarse otra a conveniencia de sus intereses y así someter a una inmesa mayoría. Desde luego Dick acertó al 100% con su planteamiento, no hay más que ver el panorama de medios de comunicación españoles y su discurso único alejado de la realidad pero muy conveniente a los intereses de los grupos empresariales que los financian. Plasmar la verdad de los hechos en las páginas de sus periódicos o en sus programas de radio o TV es algo que les importa un pimiento a casi todos. Por si hiciera falta a estas alturas una prueba de ello, con esta trama queda demostrada la gran capacidad crítica y de anticipación de este escritor. Para mi sorpresa no hay muchas reseñas de esta novela en la blogosfera, os dejo la del Sitio de Ciencia-ficción, que evidentemente no podía fallar, y la de Mar de dudas, breve pero certera.

3 jun 2016

Gótico carpintero - William Gaddis

Tanto ha insistido Tongoy con William Gaddis y tan vehementes son sus posts sobre el escritor norteamericano que era solo cuestión de tiempo que me animase a leerlo. Con la prudencia que me caracteriza, he decidido empezar por alguna de las novelas menos voluminosas: Gótico carpintero. ¿Y de qué va 'Gótico carpintero'? Sin entrar en demasiados detalles, esta novela escrita en 1985 pone en la palestra las miserias del capitalismo desde una perspectiva tanto macro como microeconómica. Los estados del primer mundo resultan retratados como lo que son: una máquina carente de escrúpulos capaz de devastar cualquier otro país que tenga recursos que puedan serle de interés. Naturalmente aquí estamos hablando de los Estados Unidos, pero también de las potencias de Europa. Respecto a los individuos que han nacido y crecido en dichos sistemas socioeconómicos, se nos presentan como auténticos desalmados que en el mejor de los casos se aprovechan sin complejos los resquicios del sistema legal para enriquecerse sin demasiado esfuerzo, pero que llegada la ocasión también harán uso de actividades ilegales para lograrlo.

Bueno, esta es la impresión global que me ha quedado tras terminar el libro, pero evidentemente no estamos ante un ensayo. En la trama en realidad asistimos a una complicada relación de pareja entre Paul y Elisabeth Booth, ésta última hija de un antiguo magnate de la minería, F.R. Vorakers, caído en desgracia al descubrirse ciertas prácticas ilegales en la gestión de su compañía, la VCR (Vorakers Consolidated Reserve). Paul había trabajado con su suegro y había sido el brazo ejecutor de algunos de sus turbios tejemanejes. Ahora mismo ejerce como una especie de relaciones públicas y director de campaña para la captación de donaciones y créditos de una organización religiosa evangélica, integrista y creacionista, liderada por el reaccionario reverendo Ude. Tanto Elisabeth como su hermano Billy Vorakers, que ha vivido del cuento toda su vida y se lleva a matar con su cuñado, han quedado en una situación económica muy complicada, con derecho a una cuantiosa porción de la VCR a la cual paradójicamente no pueden acceder por la intrincada trama de fideicomisos y fundaciones del testamento paterno. Los Booth acaban de mudarse a una vieja casa estilo gótico carpintero del Hudson en las afueras de Nueva York. Su arrendador, el señor McCandless, se ha reservado el derecho de uso de una habitación que cerrada con candado, guarda una gran cantidad de libros y material variado procedente de su trabajo como geólogo, que le veremos ordenar, recoger y tirar a lo largo de la acción. Y en realidad poco más puedo contar sin hacer que el resumen adquiera las mismas dimensiones de la novela. Da la impresión de que Paul intenta hacer dinero solo mediante actividades de dudosa legalidad. Además maltrata a Liz, tanto física como psicológicamente; según se desarrolla la historia y por la cantidad de violencia implícita de la que seremos testigos, se nos hará evidente que pase lo que pase, esto no puede acabar bien.

No voy a decir que me haya parecido una lectura fácil porque no lo ha sido. Gaddis no hace un planteamiento de la situación en la que se encuentran inmersos los protagonistas, nos deja caer sin más en sus vidas al comienzo de la página uno y será responsabilidad nuestra extraer toda la información de los diálogos. Y es que para mi sorpresa y dado lo poco frecuente del caso, la narración se basa casi exclusivamente en diálogos, unos diálogos profundos, demenciales y extraordinarios que parecen en realidad pequeños monólogos vomitados con una angustia desesperante. Porque en realidad, hay un enorme distanciamiento entre los protagonistas, cada uno tiene una serie de motivaciones que poco o nada interesan o tienen que ver con el resto. La sensación de soledad y aislamiento que transmite es brutal. Y desde luego resulta espectacular lo bien que el autor consigue poner por escrito la dinámica del lenguaje verbal. Las interrupciones, las pausas, los titubeos. Las repeticiones ante la duda de lo que vamos a expresar o las pequeñas aclaraciones, que a modo de onomatopeya, que le dan al texto un carácter de representación teatral. Yo desde luego no me había encontrado nunca con algo así.

Resumiendo, una novela bastante exigente con el lector pero tremendamente original, desarrollada a base de diálogos. Sin olvidar por supuesto, la devastadora crítica de fondo. Repetiré con Gaddis fijo. Tenéis más reseñas en La medicina de Tongoy (no podía fallar, evidentemente), El lamento de Portnoy (con su habitual enfoque al margen de lo convencional) y Un libro al día (donde sale muy malparada).
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...